‘Fair play’: de la cancha a la oficina

Fair play en equipos de trabajo - (CC) rambler1977

En el libro Aprender de los campeones, del psicólogo deportivo Pep Marí, aparecía una frase de Pacho Maturana: “Se juega como se vive”. Podríamos decir también que se vive y se trabaja como se juega, porque muchos de los valores que se aprenden en el deporte son útiles en el ámbito laboral.

Estas son algunas cualidades de los amantes del juego limpio que les convierten también en los mejores compañeros y empleados:

1. Voluntad de ceñirse a las reglas también cuando no hay control externo

Da igual que estén jugando al Scattergories, llevando a cabo un proyecto informático o jugándose la final de la Champions. Los defensores del fair play no buscan la forma de engañar y que no les pillen, sino que aceptan las normas y las respetan aunque no los estén vigilando.

2. Aceptación de la autoridad

Aceptan la autoridad del árbitro y también la de su entrenador. Respetan sus decisiones y, si no están de acuerdo, las discuten de forma procedente y educada.

En el terreno laboral, esta norma se aplica a través del respeto a los superiores y la forma de dirigirse a ellos y presentarles sugerencias.

3. Reconocimiento del mérito de los compañeros

En fútbol, meten un gol y corren a abrazar al compañero que les dio el pase. En voleibol, anotan un remate y van a felicitar al colocador que les puso la bola. En la oficina, no intentan llevarse méritos que no son suyos y atribuyen a cada cual la autoría de las partes que ha llevado a cabo.

También saben aceptar en qué competencias un compañero es mejor que ellos, lo reconocen, lo felicitan por ello y están dispuestos a aprender de él y a mejorar.

4. Respetar a los contrincantes

No hablan mal de la competencia por norma. Son capaces de decir unas palabras de halago hacia un rival fuerte, que es, al final, el que hace que una competición tenga interés y sentido.

Si una empresa de la competencia u otro equipo de su departamento hace las cosas bien, lo reconocen y valoran.

5. Saber ganar

Son prudentes y agradecidos ante una victoria. Saben que podría haber sido otro quien levantara el trofeo y son moderados en sus celebraciones y reacciones.

Las metas conseguidas les sirven para seguir esforzándose y trabajando, no para “dormirse en los laureles”.

6. Saber perder

De la misma forma, en las derrotas ven oportunidades de análisis, reflexión y mejora. No tienden a buscar culpables o a reclamar injusticias, sino a aceptar que han perdido y centrarse en las siguientes metas.

Además, no consideran la derrota como un fracaso, sino que intentan encontrar los aspectos positivos de la misma, estudian las áreas de mejora y extraen enseñanzas.

7. Saber mandar

El fair play no solo concierne a los integrantes de un equipo deportivo o laboral: también a sus dirigentes. Así, un buen mister (o jefe) se preocupa por sus subordinados, propicia momentos de feedback y diálogo para que ellos tengan la oportunidad de contarle cómo se sienten con respecto a sus decisiones, nunca les falta al respeto e intenta tomar decisiones que respondan a motivos coherentes y no a un absurdo “porque lo digo yo”.

8. Saber estar

Esto es para todos: deportistas, entrenadores, árbitros, familiares de deportistas, espectadores, empleados, directivos… La buena educación debe estar por encima de todo. Siempre hay maneras de hacer ver un punto de vista sin perder las formas. Los insultos, los gestos obscenos, las críticas destructivas, la ironía mordaz y, por supuesto, cualquier forma de violencia física o verbal no deben ser una opción válida. Como decía Shakespeare, “los gritos son el arma de los que no tienen la razón”.

9. Comprender la necesidad de los distintos roles

Ser conscientes del papel de cada uno en el engranaje del equipo (o la empresa) es crucial para valorar el trabajo de los demás y no creerse superior a nadie. Pensemos, como ejemplo, que muchos directivos serían incapaces de realizar las tareas de sus hiperactivas secretarias. Y viceversa, claro está. Cada papel es importante y todos deben tener un mismo compromiso.

Ser ambicioso es positivo, siempre que se muestre una coherencia entre el nivel de ambición y el de compromiso, y que en el camino hacia nuestras metas no pisemos las de los demás.

10. Buscar soluciones en lugar de excusas

Los que creen en el fair play aceptan los propios límites, saben pedir disculpas y son resolutivos. Ante un escollo, no caen en una maraña de justificaciones sino, por el contrario, intentan solucionarlo de la mejor manera posible sin buscar culpables: esa es la mentalidad de un verdadero campeón.

Gran parte de estos valores deben venir ya “de fábrica” en los empleados. Por eso es importante una buena gestión de los recursos humanos que seleccione, dentro de los candidatos que cumplan el perfil, aquellos que vayan a beneficiar la coherencia del equipo. Pero hay otra parte que se puede entrenar y potenciar para mejorar el rendimiento de los equipos de trabajo. Por ejemplo, a través de jornadas lúdicas de conocimiento entre los empleados, de proyectos de gamificación y de otras técnicas.

Foto (CC) rambler1977 en Flickr

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