Una empresa puede escoger a los mejores de cada campo para que formen parte del mismo equipo.
Puede crear un entorno de trabajo en que se se fomente una comunicación fluida y agradable.
Puede incluso cuidar de que estas personas tengan unos perfiles que hagan que a priori puedan llevarse bien entre sí.
Todo esto puede crear un caldo de cultivo propicio para la construcción de un equipo sólido, pero ni siquiera la empresa que más cuida de sus empleados puede garantizar que sus equipos estén unidos o que remen en la misma dirección.
Puede que tu empresa sea puntera en su sector, que tenga las instalaciones más avanzadas, que tenga presencia en 100 países de los 5 continentes. Eso no es importante. A título personal, cuando alguien que trabaja en tu empresa evalúa si está contento o no con su entorno de trabajo, pensará en su relación con la gente con la que trabaja día a día. El resto de variables son secundarias.
Lo que de verdad une a un equipo son las causas, no las empresas.
Estas causas a menudo son circunstanciales y poco o nada tienen que ver con el trabajo para el que el equipo fue contratado. Podemos comprobar cómo la gente se une espontáneamente ante circunstancias que considera injustas como despidos no justificados, congelación de salarios, malas condiciones laborales… Seguramente al leer esto no te resulte difícil pensar en algún momento en el que has decidido pelear por algo en lo que de verdad creías sin importar las consecuencias.
Otras veces las causas están relacionadas con la vocación de las personas y la naturaleza del empleo que desarrollan. Quién no siente admiración por esos profesionales que trabajan como voluntarios para ONGs en su tiempo libre (que, mirándolo fríamente desde la perspectiva de una empresa, están trabajando gratis en definitiva). Todos conocemos personas o hemos participado activamente en causas al sentirnos a la vez responsables y privilegiados, ofreciendo lo mejor de nosotros sin esperar nada a cambio.
Lejos de dejarnos llevar únicamente por las circunstancias, las causas también pueden ser propiciadas y alentadas por una dirección adecuada. Siempre decimos que un buen líder tiene la misión de inspirar a su equipo. Seguramente la mejor forma de inspirar a un grupo de personas sea darles una causa común por la que luchar.
- Puede ser otorgarles responsabilidad en un proyecto que les hará ganar prestigio profesional.
- Puede ser marcarles un objetivo común por el que se sientan orgullosos de pelear.
- Puede ser algo tan sencillo como hacerles ver la importancia de su trabajo y hacer que se sientan valorados por el trabajo que desempeñan, ya sea individualmente o como equipo.
Los seres humanos somos capaces de hacer cosas extraordinarias cuando peleamos por una causa que consideramos importante y asumimos como propia.
Es importante señalar que es realmente difícil alentar una causa en la que no se cree o en la que no se está 100% implicado. En una causa se participa o no se participa, pero no sirven las medias tintas. O estás dentro o la gente que sí que está con la causa hará que te quedes fuera.
El crear una causa común tiene además una interesante contrapartida. Cuando se trata de pelear por una causa, el interés colectivo prima frecuentemente sobre el interés particular. Es más importante el “nosotros” que el “yo”. Esto hace que muchos motivos personales y muchos problemas particulares ajenos al bien común del grupo queden relegados a un segundo plano.
Podemos enfocar la causa por la que luchará el equipo desde la óptica de “perseguir un sueño, conseguir algo que nadie antes ha logrado”. Podemos también trabajar desde el punto de vista de “alcanzar juntos nuestras metas, creer que nuestro trabajo nos hace mejores y es beneficioso para nuestro futuro”. O incluso, podemos trabajar desde la incómoda situación de “nuestro negocio va realmente mal. Salvar nuestro empleo depende de nosotros. O nos salvamos nosotros o nadie más lo hará”.
Como ejemplo de lo que puede hacer un equipo unido por la misma causa, podemos poner a algunas de las empresas más exitosas hoy en día. Estas empresas no nacieron a raíz de un sesudo plan de negocio. Nacieron de una causa y de gente que creía en ella. Pensemos en los famosos empresarios que crearon sus empresas en un garaje: los Google, Facebook, Apple…
“Estamos aqui para dar un mordisco al Universo. Si no, ¿para que otra cosa podríamos estar aquí?”. Steve Jobs
Es cierto que no fue exactamente en un garaje y que tuvieron importantes respaldos en su nacimiento, pero no debemos olvidar que todos fueron conjuntos de personas notables dispuestos a hacer lo necesario para dar a luz una idea impulsados por una causa común.
Nadie dijo que fuera fácil, por supuesto. Inspirar a un grupo de personas para que sigan la misma causa es el Santo Grial del Management. Un grupo que trabaja una causa es un grupo 100% motivado.